Día negro

Hoy amaneció nublado. A media mañana el cielo se puso muy negro y comenzó a llover. Al cabo de unas horas de constante llovizna, un trueno irrumpe en el cielo, con un sonido tan grave que hizo temblar los vidrios y asustar tanto a las personas que estaban a la intemperie como a los que se encontraban bajo techo.
Mientras la gente aún estaba nerviosa, un relámpago dibuja una fina grieta de luz en el cielo.
Luego de un minuto exactamente viene el trueno. Inesperado. Gigante. Con graves extensivos, intenso. Como un grito de otro planeta, pero de este.
El sonido arrasa con todo. Como una sirena que destruye todo a su paso. Tiemblan los pisos. El suelo se abre por la mitad. Algunas personas empezaron a convulsionar, otras quedaron tiesas y cayeron sin vida en el piso. A otros se los tragaron las grietas profundas.
La tormenta tiene todos los condimentos de una película apocalíptica: rayos, centellas, viento huracanado, etc.
La cantidad de agua es tal que los océanos crecieron y empezaron a introducirse en las costas. Ciudades enteras quedaron sumergidas.
Se cortó la electricidad. Esta todo a oscuras.
El agua avanza velozmente como ríos salvajes que despliegan su ira desbastando todo a su paso.
En unas horas cubrieron casi todo.
Con una vieja radio logro sintonizar una estación, que con dificultad transmiten lo que ven desde un helicóptero.
Primero las ciudades y luego la provincia. Completamente sumergida. Como una nueva atlántida.
En la radio dicen que la catástrofe es de nivel mundial. Como si la naturaleza quisiera exterminar a la humanidad. Tal vez esta buscando desesperadamente un equilibrio. Tal vez nuestro afán de desanimalizarnos hace que la naturaleza ya no nos reconozca como parte de ella y nos quiere extirpar.
Por el momento, sólo estamos a salvo los que vivimos más adentro de los continentes. Aunque llueve abundantemente y al parecer el agua sigue avanzando por tierra.
Por aquí hay zonas inundadas, pero aún no estamos cubiertos de agua. No sabemos que hacer ni adónde ir. Estamos acorralados.
Al parecer grandes ciudades del mundo están sumergidas completamente y no se salvó nadie.
Tenemos mucho miedo. Esperamos la inevitable muerte. Algunos preparan botes para recibir la inundación. Tienen la ilusión que sus humildes navíos les servirán como un arca que los salvará de la muerte.
Mientras escribo estas palabras, tal vez las últimas, en la radio informan que los ríos ya penetraron en mi provincia.
Los campos están bajo la revuelta agua que trae consigo cuerpos muertos desde la ciudad. Se mueven con mucha fuerza.

Paró de llover.
El cielo se despejó y salió el sol.