Después de la última gran tormenta

En está recorrida por el barrio, sobre la calle rincón, a la altura del cementerio, había un móvil municipal con las balizas (justo en la esquina que nos gusta, donde está la casa llena de plantas que se come los carteles de la esquina frente al cementerio). En fin, el móvil estaba en marcha y el conductor mirando por la ventanilla a su compañero (un morochito medio amanerado de voz dulce), que hablaba con dos chóferes de los camiones esos larguísimos que paran en esa misma calle, cargando muchas toneladas de cartón compactado. El municipal les decía con voz suave, pero con un intento de firmeza, que las toneladas de los camiones era superior a la permitida en ese tipo de asfalto, y que debían retirarlos y circular por las calles correspondientes.
Los chóferes estaban fumando y ni lo miraban, uno me miró a mi cuando pasaba y puso mueca de hastío.
Yo me iba alejando, pero escuchaba que el municipal intentaba elevar un poco la voz. En eso su compañero desde la camioneta le grita: "dale lucas, vámonos!"
Pero el morochito no se movía.
Se quedó ahí discutiendo.
Yo seguí alejándome hasta dejar de ver y oír.
La calle estaba muy sucia después de la última gran tormenta.